Las pérdidas de la vida



Este blog nació con la intención de dar luz a las pérdidas y el consiguiente duelo que provocan, y sobretodo por muerte de seres queridos, para compartirlas y hacerlas más llevaderas.

Como todo cambia, y yo no soy una excepción, en mi propio proceso estoy dándome cuenta de la gran necesidad de procesar pérdidas más comunes, a las que habitualmente damos poca importancia, y que son el pan nuestro de cada día.

Estoy convencida de que llorar lo que vamos dejando atrás, lo que quisimos hacer y no pudimos, es, no sólo sano sino también una manera de poder afrontar mejor las pérdidas más dolorosas.

Los años que pasan, la edad que vamos adquiriendo; el físico que cambia y merma ciertas actividades; los hijos que se van de casa; cambios de trabajo o directamente estar en el paro; compañeros que ya no veremos más; amigos que dejan de serlo; amores que se van; cambios de ciudad, de país, de casa; la menopausia en las mujeres; un aborto; no poder ser madre o padre; el barrio de la niñez; el sitio de veraneo y un largo etcétera.

Uno de los males de nuestra sociedad es darle la espalda a la muerte, no querer saber ni que existe. Las consecuencias de esta actitud son devastadoras: la muerte es la máxima motivación de la vida. Si viviéramos eternamente, la vida dejaría de tener sentido y valor. Todo sería un caos. Lo que hace que la vida sea interesante, que queramos disfrutarla a fondo, exprimir todo su jugo e ir a por nuestros sueños trascendiendo los múltiples miedos que tenemos, es la existencia de la muerte.

Y eso es lo que está pasando. Vivimos como si la muerte no existiera. Nos apalancamos, queremos seguridad, rutina, instalarnos en la zona de comfort y que nada se mueva. Dejamos de perseguir nuestros sueños, de vivir lo que realmente queremos vivir; dejamos de arriesgarnos, de sentir. Estamos dormidos, anestesiados y sólo un golpe fuerte nos despierta, generalmente con una pérdida.

Es cierto, eso es lo que quiere la sociedad de consumo, los grandes intereses comerciales y económicos. La existencia de la muerte perjudica seriamente sus beneficios.

Lo mismo pasa con esas pérdidas de vida: si no hacemos el duelo por la vida vivida y por la no vivida y deseada, si pasamos como si todo eso no doliera, no nos entristeciera, va a ser muy difícil valorar lo que ahora sí tenemos.

Somos lo que somos en función de lo vivido y de lo no vivido; de lo que hemos ganado y de lo que hemos perdido; de lo que hemos llorado y de lo que nos hemos reído.




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